EL OASIS DEVELADO: LA EMBAJADA DE FRANCIA EN MARRUECOS DE GUILLERMO JULIAN DE LA FUENTE
Resumen
El proyecto de la Embajada de Francia en Marruecos fue producto de un concurso abierto a todos los arquitectos franceses y a desarrollarse en dos etapas. En una primera debería ser escogidos dos finalistas, de los cuales saldría en ganador.
La representación diplomática de Francia dominaba el panorama urbano de Rabat desde una colina en el centro de la ciudad y debía dejar este lugar, ocupado desde el tiempo de la colonización, para ser trasladada a otro donde no fuera tan evidente su presencia.
Mi opción al presentarme al concurso fue la de negarme a visitar el sitio para no verme influenciado por el impacto que podría tener la cultura Marroquí, como también las consecuencias ambientales del lugar.
Opté por comenzar tomando dos modelos de referencia que ya conocía a través del estudio de mi proyecto para la Feria de Valencia en España (1967) y que me habían permitido explorar las cualidades espaciales de la arquitectura Musulmana, especialmente en la Mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada y atenerme, a la vez, a las condiciones exigidas por el programa.
En el fondo, la estrategia consistía en comenzar por la creación de modelos que pudieran servir a base a un posterior proceso de diseño.
Liberado del directo impacto que podrían tener cualquier relación vivida en el lugar, pude dedicarme exclusivamente a la resolución de las condiciones programáticas y apoyarme espacialmente en estas situaciones de referencia que me sirvieran para definir los primeros pasos para estructurar formalmente la propuesta.
Llegados al punto definitorio del concurso, y después de conocerse que mi proyecto y el de otro arquitecto habían sido seleccionados por el jurado, se nos propuso a los dos finalistas la solución salomónica de repartirnos la construcción, de modo que uno se hiciera cargo del diseño de la Cancillería y el otro de la Residencia, solución que yo no acepté. Esto permitió continuar a la etapa siguiente, en la cual fue definitivamente escogida mi propuesta.
Sin conocer el terreno y por el hecho de no haber presentado más que una referencia formal y una manera de estructurar el proyecto, fui libre de introducir a posterior las experiencias que iban sucesivamente conformando mi propuesta.
A partir de este punto, mis viajes y travesías por Marruecos fueron delineando el proyecto final y, en consecuencia, las diversas experiencias vividas del recorrer fueron aportando al diálogo entre mi propia experiencia en Europa y lo nuevo descubierto en el lugar desde la génesis creada por la continuidad dada desde un comienzo por mi propia formación en Valparaíso.
Durante ese tiempo yo participaba activamente en las reuniones del Team10, donde los tópicos que se discutían coincidían con las preocupaciones con que yo me enfrentaba, relativas al confrontarme como arquitecto a culturas diferentes.
La representación diplomática de Francia dominaba el panorama urbano de Rabat desde una colina en el centro de la ciudad y debía dejar este lugar, ocupado desde el tiempo de la colonización, para ser trasladada a otro donde no fuera tan evidente su presencia.
Mi opción al presentarme al concurso fue la de negarme a visitar el sitio para no verme influenciado por el impacto que podría tener la cultura Marroquí, como también las consecuencias ambientales del lugar.
Opté por comenzar tomando dos modelos de referencia que ya conocía a través del estudio de mi proyecto para la Feria de Valencia en España (1967) y que me habían permitido explorar las cualidades espaciales de la arquitectura Musulmana, especialmente en la Mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada y atenerme, a la vez, a las condiciones exigidas por el programa.
En el fondo, la estrategia consistía en comenzar por la creación de modelos que pudieran servir a base a un posterior proceso de diseño.
Liberado del directo impacto que podrían tener cualquier relación vivida en el lugar, pude dedicarme exclusivamente a la resolución de las condiciones programáticas y apoyarme espacialmente en estas situaciones de referencia que me sirvieran para definir los primeros pasos para estructurar formalmente la propuesta.
Llegados al punto definitorio del concurso, y después de conocerse que mi proyecto y el de otro arquitecto habían sido seleccionados por el jurado, se nos propuso a los dos finalistas la solución salomónica de repartirnos la construcción, de modo que uno se hiciera cargo del diseño de la Cancillería y el otro de la Residencia, solución que yo no acepté. Esto permitió continuar a la etapa siguiente, en la cual fue definitivamente escogida mi propuesta.
Sin conocer el terreno y por el hecho de no haber presentado más que una referencia formal y una manera de estructurar el proyecto, fui libre de introducir a posterior las experiencias que iban sucesivamente conformando mi propuesta.
A partir de este punto, mis viajes y travesías por Marruecos fueron delineando el proyecto final y, en consecuencia, las diversas experiencias vividas del recorrer fueron aportando al diálogo entre mi propia experiencia en Europa y lo nuevo descubierto en el lugar desde la génesis creada por la continuidad dada desde un comienzo por mi propia formación en Valparaíso.
Durante ese tiempo yo participaba activamente en las reuniones del Team10, donde los tópicos que se discutían coincidían con las preocupaciones con que yo me enfrentaba, relativas al confrontarme como arquitecto a culturas diferentes.
Palabras clave
Jullian de la Fuente; embajadas; Rabat
Texto completo:
PDFDOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num-17.(2006).art-173
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