Num.52 | 2023

EDITORIAL

Mathias Klotz

Resumen


Vivir la ciudad o vivir el suburbio, ese parece ser el dilema de los habitantes contemporáneos de los grandes y medianos centros poblados.
Qué nos ofrece el uno u el otro, y a qué debemos estar dispuestos a renunciar en cada caso.
La ciudad es el lugar de encuentro, propio de la densidad, que en el suburbio no se da por esencia. El suburbio es sinónimo de aislamiento, es el sueño de no vivir en la ciudad, reproduciendo en pequeña escala la ilusión de la existencia en el campo. El suburbio representado actualmente por los barrios cerrados, es la idealización “perfecta” de la vida en contacto con la naturaleza, nada más ajeno a la ciudad, que es el hábitat artificial por excelencia.
En el suburbio debemos sacrificar la vida de barrio, el almacén, la plaza, el museo, el café, etc.
En la ciudad debemos convivir con la proximidad, la promiscuidad, el ruido, la congestión…La gente que abandona la urbe en busca de espacio, la mayoría de las veces no encuentra el tiempo de aprovecharlo debido a que lo pierde en los interminables desplazamientos que sus compromisos le demandan, mientras que la que opta por la centralidad, añora el contacto con la naturaleza y la intimidad propia del espacio.
Los habitantes de Buenos Aires, y cuyos presupuestos se lo permiten, lo han solucionado teniendo un departamento muy central, a pasos de la densidad de la vida cultural urbana y una casa en un country a 40 kilómetros que visitan el fin de semana en la periferia. Estamos claros que esta no es una solución al alcance de los sectores populares, ni siquiera de los sectores medios, y que además significa duplicar equipamientos que pasan casi siempre ociosos.
Berlín, producto de la devastación que sufrió durante y después de la guerra, lo ha solucionado en base a una ciudad de muy baja densidad promedio, con enormes extensiones de parques y un sistema de transporte público ejemplar, que mezcla diversos medios que en caso tiempo lo conducen a uno de un lugar a otro, atravesando sectores densos, parques, vastas áreas dedicadas a la cultura o al deporte.
Creo que no hay ejemplo de ciudad que se viva mejor que esta. En Santiago, aún estamos a tiempo de lograr mejorar mucho en el sentido de potenciar y hacer interactuar las dos realidades que urbanizan nuestro suelo. Si tan solo densificáramos fuertemente la periferia, y vaciáramos algunos trozos de la centralidad, todo iría mejor, y podríamos vivir la ciudad en lugar de sufrirla.

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DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num-19.(2007).art-193

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